BURN-OUT O SINDROME DE ESTAR QUEMADO

Vivimos en una sociedad que nos marca el ritmo que tenemos que llevar en nuestra vida, sobretodo a nivel profesional. Hablamos de una sociedad que ha presentado muchos cambios en las últimas décadas: aparición mayor de la mujer en el ámbito laboral, mayores posibilidades de realizar estudios superiores, mayor competencia en el trabajo, familias cada vez más independientes, procesos médicos que nos permiten ser padres si biológicamente no hemos podido, subida de las viviendas tanto de alquiler como hipotecas, la entrada del Euro con la consecuente subida de precios…

Ésto ha implicado, entre otras cosas, que sea difícil vivir manteniendo el cuidado de las familias y la economía familiar como antes se hacía. Cada vez es más escaso el apoyo en las familias por parte de la Comunidad y cada vez más hemos tenido que trabajar muy duro para salir adelante.

Esto ha ido creando una sociedad muy basada en la productividad y con ello hemos ido creciendo, con creencias sobre que hay que aprovechar el tiempo siendo productivos o como que el descanso es una pérdida de tiempo. Creencias basadas en el hacer, en que la validez de uno se mide por lo que hace y tiene y no tanto por lo que es. 

Cada vez más encontramos más casos de ansiedad y depresión en la población, pero poco nos detenemos a entender cuál es la causa de ello.

Una de las causas más comunes, que cada vez encontramos más en consulta y que yo he vivido incluso en mis propias carnes, es el llamado síndrome de estar quemado o Burn-out.

Es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que está vinculado con el ámbito laboral. Suele aparecer, en la mayoría de los casos, en las personas que han elegido su oficio de manera vocacional (es muy frecuente entre profesionales sanitarios, profesores y trabajadores sociales). Esto puede ser debido a una exigencia y dedicación que sobrepasa lo que una persona puede sostener. Aunque la sintomatología puede empezar en la vida laboral, llega a casi todas las situaciones de vida social y familiar.

A diferencia del estrés, que en ocasiones puede ser positivo porque nos ayuda a ser más efectivos, reaccionar mejor o rendir más, el síndrome de estar quemado puede empezar con días de bajón, a lo que le acompaña momentos cada vez más tristes o con mayor nerviosismo. Los días tristes empiezan a ser temporadas bajas llegando incluso a convertirse en momentos de mucha ansiedad o depresión.

A todo ésto puede acompañarle síntomas físicos como dolores articulares, enfermedades respiratorias principalmente entre otras, problemas digestivos, dolores de cabeza, insomnio, taquicardia, somnolencia, mayor irritabilidad, baja energía, sentimientos de agotamiento constante, aunque haya dormido o descansado, la sensación es de no reparar. 

Empiezan conductas como no querer ir a trabajar, absentismo laboral, bajas laborales, problemas en la familia o pareja. Conductas de aislamiento, ya que hay una mayor necesidad de estar sólo, de no relacionarse.

Algunos aspectos que nos pueden ayudar a tomar conciencia y gestionarlo son:

  • Psicoeducación y autonococimiento. Conocer el burnout y los factores que lo originan, así como las circunstancias que están detrás de cada caso..
     
  • Aprender a afrontar el estrés. La meditación y el yoga ayudan, así como con terapia psicológica si es necesario.
     
  • Ajustar las expectativas a la realidad.
     
  • Descanso y momentos de reparación diarios.
     
  • Hábitos saludables. Una alimentación sana, abandonar el tabaco, el alcohol y otras drogas y la práctica regular de ejercicio físico son fundamentales para afrontar el estrés y contribuyen a la salud mental.

Si no se toma conciencia a tiempo, puede ir creciendo y provocar dificultades para resolver problemas cotidianos que antes podían resultar sencillos, debido a que un estado mantenido de alerta o estrés provoca dificultades en la gestión de las funciones ejecutivas como la concentración, atención, toma de decisiones, resolución de problemas…

La frustración comenzará a estar presente de manera constante, permanecerá en un estado continuo de agotamiento y los síntomas podrán evolucionar a estados más graves. En algunos casos, sin darnos cuenta, podemos intentar escapar con conductas adictivas (sexo, alcohol, tabaco, juegos, deporte en exceso u otras drogas…)

Si sientes que puedes estar pasando por un momento así, no dudes en parar y pedir ayuda si así lo necesitas.